Voy a confesaros algo. Llevo un mes sin abrir mi bullet journal. Todo comenzó con un principio de mes demasiado accidentado, en el que no conseguía juntar una hora para dedicarle al bullet journal y montar el monthly log que sabéis que intento montar todos los meses. Y con el paso de los días me di cuenta de que ya era 12, y por tanto ya no procedía empezar el mes como si fuera día uno.
La verdad es que me desanimé un poco, y decidí esperar al mes de julio para volver a arrancar con el proceso. Y puedo confirmaros que junio ha sido uno de los meses más caóticos que recuerdo, con muchos momentos en los que de verdad pensaba que se me iba todo de las manos, sin saber cómo iba a retomarlo después. Un drama demasiado grande para algo aparentemente tan pequeño como no mantener un registro de mis días.
Parece mentira cómo un hábito tan tonto sencillo como aprovechar los últimos y los primeros minutos de cada día para organizar mi futuro inmediato y mi futuro futuro me resulta tan tranquilizador, me da tanta serenidad y me permite ser mucho (¡mucho!) más productivo de lo que pensé originalmente y de lo que esperaba cuando hice el primer experimento, allá por diciembre.
No hagáis como yo. No dejéis vuestros bullet journal. No merece la pena ganar esos pocos minutos cada día a cambio de tener una vida caótica.
Deja una respuesta